lunes, 29 de julio de 2019


Migración y respeto a las normas nacionales.
La Prensa,Sección de Opinión 29 de julio 2019


Cuando uno decide residir en otros suelos, sean por las razones que fueran, la decisión trae consigo una serie de acatamientos, basados en el respeto hacia las normas y cultura general.

No es de sorprender que habrá, en algunos casos, el rechazo y alguna actitud negativa, y es que el mundo de hoy se ha vuelto migrante, trayendo consecuencias que alteran la convivencia humana. En el caso específico de los hermanos venezolanos, el mecanismo de defensa y su idiosincrasia denotan en la cultura panameña una especie de complejo, quizás motivado por la indignación y vejación de un Gobierno que ha sobrepasado los niveles de tolerancia, la libertad de expresión, de movimiento y derechos adquiridos, como lo son los derechos humanos.

De igual forma, los diversos acontecimientos escenificados en la ciudad de Panamá, liderados por gente inescrupulosa que ante la necesidad, la inventiva ha sido su mejor fin, y es que el crimen organizado no solo es sicariato, venta de drogas, tráfico de blancas; su modalidad se ha transformado bajo la primicia de nuevas empresas, algunas disfrazadas de inversiones, mercadeo, profesiones tradicionales, lo que ha despertado rechazo por parte de una población que ve frustradas sus aspiraciones en el aspecto laboral y el irrespeto a los valores como nación.

La imposición de un grupo selecto de la sociedad venezolana a través de sendas empresas, que han invertido en diversos sectores de la economía panameña, ha dado ventaja absoluta a la contratación de mano de obra, en su mayoría venezolana, nicaragüense, dominicanos, colombianos, lo que ha traído descontento e insatisfacción por parte de la población, en los últimos 10 años,en que los actores de estas administraciones, Ricardo Martinelli y Juan Carlos Varela, profanaron los principios constitucionales y ese sentido de amor a lo propio para, en componenda con sectores del poder económico panameño, propinar abiertamente una estrepitosa y descontrolada migración, so pretexto humanitario, y otros, de mejorar la economía, con base en pago de trámites colaterales y asignación para trabajos de infraestructuras públicas.

Hablar de xenofobia es discurso errado; nuestro país es y será un territorio multicultural que interactúa de manera armónica con dogmas, creencias y costumbres heredadas de nuestros antepasados, sin que eso demerite la hospitalidad que brindamos, al igual cuando se trata de la solidaridad en situaciones de amplia adversidad.

Aunque la diputada Zulay Rodríguez no haya manejado bien su inteligencia emocional, no resta importancia sus planteamientos, como tampoco razón a su frustración, pues cuando uno llega a casa extraña debe mantener respeto y adecuarse a las limitaciones que tienen las leyes y normas, como también, a no manifestar de manera denigrante las debilidades de sus ciudadanos.



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